Consejos para escribir ciencia ficción

Susana Sussmann es la autora de esta selección de buenas ideas para iniciarse en el mundo de la ciencia ficción. Con un estilo ameno y a la vez exhaustivo, Susana describe los puntos a tener en consideración cuando escribimos dentro de este género.
CONSEJOS PARA ESCRIBIR CIENCIA FICCIÓN

Cuando hablamos de ciencia ficción debemos comenzar, por fuerza, tratando de responder a esta pregunta: ¿qué es ciencia ficción y qué no lo es? El término ciencia ficción existe desde que fue acuñado en 1926 por Hugo Gernsback (1884-1967), inventor, tecnólogo, escritor, editor y creador de la primera revista del género en Estados Unidos, “Amazing Stories”, en 1906. A pesar de que llevemos casi un siglo usando este término, aún hoy resulta difícil dar con una definición apropiada que nos permita calificar a una obra como de ciencia ficción.

Decía el escritor Damon Knight que “la ciencia ficción examina el misterio de lo que nos hace humanos, no en pequeño con símbolos del día a día, sino en la gran escala del espacio y el tiempo.

Nosotros nos vamos a quedar con definición dada por los escritores españoles Eduardo Gallego y Guillem Sánchez en su artículo “¿Qué es la ciencia ficción?”, publicado en El Sitio de Ciencia Ficción en el año 2003:

La ciencia ficción es un género de narraciones imaginarias que no pueden darse en el mundo que conocemos, debido a una transformación del escenario narrativo, basado en una alteración de coordenadas científicas, espaciales, temporales, sociales o descriptivas, pero de tal modo que lo relatado es aceptable como especulación racional.
El género, como cualquier otro, es leído asiduamente por un cierto grupo de personas. El lector medio de ciencia ficción suele abrirse a la lectura de cualquier obra de corte fantástico y se aficiona con facilidad a la literatura de género. Sin embargo, cuando hablamos con gente que no pertenece al ghetto, nos encontramos con una percepción bastante limitada de lo que contempla la literatura de ciencia ficción. Por ejemplo, algunas personas creen que son solamente cohetes y pistolas de rayos, o cosas de magos; otros piensan que sólo sirve para predecir el futuro; los que van más allá dicen que está plagada de lenguaje técnico difícil. Con tan variadas percepciones, resulta que mucha gente piensa que para escribir ciencia ficción hay que ser científico, mientras que otros creen que es extremadamente difícil; por otra parte, quienes piensan que la ciencia ficción es literatura infantil o juvenil creen que escribirla es algo tan fácil que no vale la pena molestarse en hablar del tema.

Mi objetivo en lo que sigue es dar algunas ideas salteadas en relación con el arte de crear buenas historias de ciencia ficción. La ciencia ficción es, por encima de todo, ficción y como tal debe ser tratada por el escritor. Es ficción con un elemento especulativo; puede tratar sobre casi cualquier cosa, y esa libertad es lo que atrae a los aficionados al género, a la vez que hace que un novato pueda sentirse perdido.

1. Lee mucha ciencia ficción. Éste es un consejo que aplica a cualquier tipo de literatura que esperemos escribir: para aprender a escribir hay que leer. Y para aprender a escribir ciencia ficción, lo primero es conocer lo que se ha escrito y lo que se escribe dentro del género.

2. Escoge temas contemporáneos. La ciencia ficción moderna trata temas modernos: la crisis energética, el control del gobierno, los avances médicos, la clonación, el racismo, los extremismos religiosos, etc. Esto sucede porque la ciencia ficción no se dedica a predecir el futuro. Cuando habla del futuro es para hacer un comentario sobre el presente. Es para decir: si esto sigue así, podemos acabar de esta manera. Un buen ejemplo es “1984”, novela escrita en 1948 por George Orwell. Él no pensaba que 36 años después habría tanto control como describía en su novela, pero se dio cuenta de que la gente podía llegar a renegar de su libertad a cambio de obtener seguridad, y escribió una advertencia. Y algo de eso está sucediendo: hoy en día el pueblo norteamericano ha cedido parte de sus derechos civiles a cambio de las promesas de seguridad de sus gobernantes. La gran cantidad de historias que se han escrito hablando de guerras nucleares no intentan predecir una, intentan prevenirla cambiando las actitudes de la gente. La ciencia ficción utópica es la otra cara de la misma moneda: nos enseña un futuro que podría ser nuestro si lucháramos para conseguirlo. Alguna ciencia ficción se sitúa tan alejada en el futuro que, a veces, resulta complicado ver la conexión. Pero ésta siempre existe.

3. Usa el lenguaje apropiado. ¿Qué sucede con el lenguaje técnico? No todo son matrices de flujo ni compensadores Heindenberg. De hecho, la tendencia actual es usar un lenguaje que tu lector pueda entender. Debe ser real. Y esto nos lleva a un corolario:

4. No abuses de los neologismos. Inventar nuevas palabras es aceptable cuándo éstas son necesarias para la historia, pero toda nueva palabra superflua debe ser evitada. Por ejemplo, en “1984” Orwell crea la neolengua, un lenguaje construido para manejar y limitar la forma de pensar de los ciudadanos. En este caso, la neolengua es parte integral de la historia, y las palabras que el autor incluye nos dicen algo. Como ejemplo de lo contrario, quiero hablar a través de las bocas de Isaac Asimov y Robert Silverberg, quienes, en la introducción de la novela “Anochecer”, escriben: “Kalgash es un mundo alienígena, y no es nuestra intención hacerle pensar a usted que es idéntico a la Tierra, aunque describamos a su gente hablando un lenguaje que usted puede entender y utilizando términos que le resultan familiares. Esas palabras deben ser entendidas como meros equivalentes de otros términos alienígenas, es decir, un conjunto convencional de equivalencias del mismo tipo que utiliza un novelista cuando hace que unos personajes extranjeros hablen entre sí en su propio idioma pero sin embargo transcribe sus palabras en el idioma del lector. Así, cuando la gente de Kalgash habla de «kilómetros», «manos», «coches» u «ordenadores», se refieren a sus unidades de distancia, sus órganos de asir, sus vehículos de transporte terrestre o sus máquinas de procesado de la información. Los ordenadores utilizados en Kalgash no son necesariamente compatibles con los usados en Nueva York o Londres o Estocolmo, y el «kilómetro» que utilizamos en este libro no es necesariamente la unidad métrica que conocemos en la Tierra. Pero nos pareció mucho más simple y deseable utilizar estos términos familiares a la hora de describir los acontecimientos en este mundo absolutamente alienígena que tener que inventar una larga serie de términos propios kalgashianos. En otras palabras, podríamos haber dicho que uno de nuestros personajes hizo una pausa para atarse sus quonglishes antes de emprender una caminata de siete vorks a lo largo del gleebish principal de su znoob nativo, y todo hubiera parecido mucho más alienígena. Pero también hubiera sido mucho más difícil extraerle un sentido a lo que estábamos diciendo, y eso no nos pareció útil. La esencia de esta historia no reside en la cantidad de términos raros que hayamos podido inventarnos; reside más bien en la reacción de un grupo de gente algo parecida a nosotros, que vive en un mundo que es algo parecido al nuestro en todo excepto en un detalle altamente significativo, y su reacción al desafío de una situación completamente distinta de cualquier cosa con lo que la gente de la Tierra haya tenido que enfrentarse nunca. Bajo esas circunstancias, nos pareció mejor decir que alguien se puso sus botas de marcha antes de emprender una caminata de once kilómetros que atestar el libro con quonglishes, vorks y gleebishes.

5. Piensa científicamente. No necesitas ser un científico para escribir ciencia ficción. Algo de razón tienen quienes piensan que sí, pero no es excluyente. No tienes por qué tener la cabeza llena de fórmulas, ni saber cómo funciona una órbita. Lo que tienes que saber es cómo pensar científicamente. Esto significa buscar relaciones de causa-efecto y poner estas relaciones en la historia. Debes hacer que las cosas sucedan por una razón y que esa razón sea plausible. Por otra parte, un escritor de ciencia ficción no sólo debe saber de ciencia y tecnología, sino también conocer algo sobre el mundo en que vive, incluyendo política, sociología, historia y la conducta humana, y tener la habilidad de establecer analogías entre ellos. Por ejemplo, “La guerra interminable” (1974) de Joe Haldeman fue la primera novela en cualquier género que trató sobre los problemas de los veterano de Vietnam que buscaban reconectarse al mundo al que ellos habían vuelto. En ese momento, nadie quería hablar sobre esos problemas, mucho menos publicar una historia escrita por un veterano de Vietnam enfadado. Vietnam era algo que todos querían olvidar. Así que Haldeman creó una alegoría en el futuro sobre soldados que vuelven de una guerra interestelar; desde los centenares de años que han transcurrido en ese viaje y el retorno (en términos de la teoría de la relatividad de Einstein), esos soldados volvían a un mundo bastante diferente del que habían dejado atrás, y no podían simplemente volver a encajar en sus vidas anteriores. La historia hablaba claramente sobre los veteranos de Vietnam, pero como él había creado una metáfora significativa, su novela fue un éxito, y ganó el Premio Hugo a la mejor Novela de CF del año.

6. Especula. Una vez entiendes las relaciones de causa-efecto, la historia de ciencia ficción es tan fácil o tan difícil de escribir como cualquier otra. Necesitas personajes interesantes en un buen escenario y con un conflicto que implique al lector. La única diferencia es que en ciencia ficción la historia debe depender de un elemento de especulación, y las ramificaciones lógicas que éste implica deben construir el argumento. ¿Qué quiere decir un elemento de especulación? Es cualquier pregunta que empiece con “¿qué pasaría si...?” ¿Qué pasaría si de pronto no hubiera gravedad? ¿Qué pasaría si el sol se apagara, o se volviera verde? ¿Qué pasaría si aparecieran manchas solares en el sol con la palabra S.O.S. escrita? Éste es el elemento especulativo. Las ideas están en todas partes. El truco consiste en mirar las situaciones cotidianas con otro ojo.

7. Pero especula con cuidado. El elemento especulativo debe ser parte integrante de la narración; si puede quitarse del relato sin afectarlo, entonces todo lo que el autor ha hecho es tomar una narración existente y vestirla con el ropaje de la ciencia ficción. Por ejemplo, tomar el relato de Nora Ephron “Cuando Harry conoce a Sally” y situarlo en Marte no lo convierte en una historia de ciencia ficción; sin embargo, si uno de los personajes fuese un marciano con puntos de vista completamente diferentes sobre la sexualidad y los ritos matrimoniales podría tenerse una historia interesante. El elemento especulativo debe ser parte integrante de la historia; sin él se derrumbaría. Por ejemplo, en “Todos ustedes zombies” (1959) de Robert A. Heinlein, el protagonista viaja en una máquina del tiempo no sólo para encontrarse con su abuelo, sino también para cambiar de sexo y producir él mismo la descendencia. Sin la máquina de tiempo, no habría ninguna paradoja temporal, y ningún argumento real detrás de la historia. El viaje en el tiempo, el vuelo interestelar, la ingeniería genética, el primer contacto con una civilización alienígena, los robots e inteligencias artificiales, el holocausto nuclear y otras pesadillas sobre el fin del mundo, una invasión alienígena, la telepatía y otras formas de percepción extrasensorial, las utopías y distopías, la colonización espacial, la inmortalidad, etc. son todos elementos que podrían ser considerados especulativos.

8. Cuenta una historia. Hay gente que piensa que en la literatura debe primar la palabra por encima de la anécdota. Aunque es una afirmación discutible, puede ser cierto en la poesía, pero en la narrativa es al revés. Y en la narrativa de género, incluyendo la ciencia ficción, la anécdota es lo más importante. El primer objetivo de un escritor de ciencia ficción es contar una historia interesante, excitante e intelectualmente provocadora. La historia debe conjugar bien los eventos, escenas e ideas que no son comunes, y quizás incluso que no sean posibles. Un buen escritor de ciencia ficción sabe que si ha creado personajes memorables, ha mantenido un punto de vista consistente y ha hecho todas las otras cosas necesarias para contar una buena historia, sus lectores estarán mucho más abiertos y receptivos a los eventos, escenas e ideas extraordinarios. La ciencia ficción es igual a las otras formas de ficción contemporánea. Los relatos de ciencia ficción deben contar una historia clara y articulada, aun cuando ellos traten sobre criaturas alienígenas o robots inteligentes que vivan en un nuevo mundo feliz. La única excepción notable que hace a la ciencia ficción diferente de todas las otras formas de ficción es que cada historia debe tener un espléndido, asombroso y estremecedor elemento especulativo que induzca temor y maravilla.



9. Concéntrate en lo que es esencial. Una vez consigues una idea, es tentador incluirlo todo en la historia. Resístete con todas tus fuerzas. Muchas historias fallan por ser demasiado detallistas. No necesitamos conocer toda la historia del planeta hogar de tu protagonista, sólo que su gravedad dobla la de la Tierra y es por este motivo que él puede levantar un carro con mucha facilidad. No cuentes tu idea, cuenta una historia sobre tu idea. Una observación: no todas las ideas son útiles. Deben ser creíbles, al menos en el mundo donde sitúes tu historia. Si existen genios que cumplen deseos a la gente, será mejor que en algún momento expliques de dónde vienen y por qué acceden a ser una comodidad más para los humanos. Decimos genio, pero puede ser un extraterrestre, una planta pensante, etc. Para que sea ciencia ficción, deberás hacer creer a tu lector que los genios son un fenómeno científico más que mágico. Si no lo haces, estarás escribiendo fantasía.

10. Elige el subgénero adecuado. Hasta ahora hemos descrito la ciencia ficción como si se tratara de un único gran género. Pero lo cierto es que hay muchos subgéneros, cada uno con sus características específicas. La primera distinción es la cantidad de ciencia que se use para contar la historia. La ciencia ficción muy científica depende lo que conocemos actualmente como posible. No hay naves más rápidas que la luz, ni viajes en el tiempo, ni magias extrañas. Una ciencia ficción a medio camino puede romper una o dos reglas (podemos encontrar naves más rápidas que la luz o viajes en el tiempo), pero no encontraremos nada de magia. Pero hay una ciencia ficción poco científica en la que todo está permitido, siempre que funcione la mente científica dentro de la historia. La magia como magia aún está prohibida, pero si puedes convencer al lector de que hay “algo más” puede ser todo un éxito. Los autores de ciencia ficción rara vez violan las leyes físicas, y sólo lo hacen con propósitos de licencia literaria. Por ejemplo, todos sabemos que el viaje mas rápido que la luz es una imposibilidad científica, dado nuestro actual conocimiento, pero muchas historias han confiado en el impulso warp, agujeros de gusano y otras teorías científicas para mover sus astronaves de un extremo de la galaxia a otro. Puedes escribir tu relato como una historia de viajes en el tiempo, como ciberpunk, como un viaje espacial, etc. No importa. Pero tienes que ser fiel al subgénero escogido y a sus convenciones. ¿Cuáles son estas convenciones? Aquí necesitas documentarte. Ninguna lectura sobre ciencia ficción substituirá la lectura de cientos de libros de ciencia ficción. Lee, lee y lee hasta que empieces a cuestionarte “¿qué pasaría si....?” cuando observes elementos de la vida cotidiana.

11. Construye personajes contundentes. Esto es tan válido en la literatura universal como en la ciencia ficción. Pensemos en Rick Deckard, el protagonista de “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, la novela de Philip K. Dick que inspiró la película “Blade runner”. Rick es descrito con una serie de pulsiones que le dan profundidad y, por extensión, le dan calado a toda la historia (deseos de una mascota auténtica, la atracción por la androide femenina, etc.). Son los personajes quienes deben determinar el desarrollo de la trama y no al revés. Tus personajes deben resultar lo más cercanos posible a la realidad. No es muy discutible esta afirmación: a menudo, muchos cuentos y novelas son criticados duramente por usar unos entes que no interactúan ni evolucionan, en resumen, que no respiran, simplemente desempeñan un papel con características muy marcadas de forma estática, sin relación con la propia dinámica donde están inmersos. Son los llamados estereotipos, como la rubia tonta, el héroe musculoso o el malo muy malo. Si bien no es necesariamente mala su inclusión, la mayoría de las veces lastran la narración, limitando su desarrollo.

12. Describe a tus personajes. La descripción es un arma de doble filo. Si se limita a enumerar detalladamente sus características físicas, gestos, vestimenta, etc. sólo consigue aburrir y sumar páginas innecesarias. La buena literatura crea una complicidad entre el autor y el lector, y una parte de esto se consigue permitiendo al segundo hacer su propia creación del personaje. Pero debemos suministrar un mínimo de datos estratégicos para situar la base de la acción. Estos datos pueden ser una característica física (por ejemplo, cabellos que brillan como si estuviesen a contraluz y enamoran al narrador en este ejemplo de sutileza descriptiva creado por Connie Willis en su novela “Remake”), o pueden ser alguna forma de comportamiento o, incluso, algún tic. Igual de importante es ser fiel a dicha descripción conforme avance la historia: no podemos dotar de repente de un trauma, salido no se sabe bien de dónde, a un amoral sin sentido de culpa con tal de salvarlo a los ojos del público. De ahí la importancia de presentar elementos con verdadero significado para el desarrollo de la trama. Por supuesto, no tienen por qué ser puestos al principio en bloque: uno de los talentos narrativos es precisamente el saber dosificar los elementos a medida que avance la narración.

13. Usa las acciones de tus personajes. Aquello que hace o deja de hacer el personaje es una muestra extraordinaria de su naturaleza. Suponemos que un personaje es valeroso (o inconsciente, según se mire) porque se lanza de cabeza a las llamas para rescatar a un gatito. Del mismo modo, parece quedar claro que otro es un cobarde porque ante una situación de peligro hace mutis. Sin embargo, estos son dos casos muy extremos: ¿A cuántas situaciones de incendios devastadores o, en general, de peligro es necesario enfrentar a los distintos protagonistas de una historia? Son sucesos puntuales que no sustentan una trama. Por el contrario, ésta está compuesta de distintos hechos de diferente gravedad, causados, magnificados, minimizados, etc. por la intervención de esos personajes. No es necesario irnos, por ello, a cuestiones excepcionales: un buen ejemplo de acción humana es algo tan cotidiano como el trabajo. Es en el desempeño laboral donde las personas ganan su sustento, se integran socialmente y, en general, ocupan una gran parte de su vida. Dice Stephen King en su libro “Mientras escribo” que no hay nada mejor que poner a los personajes a desempeñar sus actividades laborales para lograr la conexión con el lector. Alguien a quien vemos cumplir con su trabajo, o aguantar sin chistar los regaños del jefe deja en evidencia una serie de rasgos que hacen innecesaria una descripción posterior.

14. Optimiza los diálogos. Estos son una excelente manera de concretar un personaje, pero tienen un requisito imprescindible: fluidez, nunca acartonamiento. Pensemos en la vida diaria: dialogamos continuamente y cuando lo hacemos tenemos una réplica, acorde o no con el motivo de la charla. El diálogo está condicionado, en gran medida, por su contexto (no es lo mismo hablar con un amigo del alma en una tasca que con el jefe en su oficina, por ejemplo). Además debe tener una solución de continuidad, bien desde la habitual réplica-contrarréplica, bien atendiendo elementos ajenos al lenguaje verbal (miradas o expresiones). Si queremos garantizar realismo, deberemos evitar los grandes discursos, repletos de ideas y reflexiones (uno no habla todos los días frente a la Asamblea Nacional). Es importante tener en cuenta los giros y las expresiones, aunque sin caer en vulgarismos. Además, se debe manejar un lenguaje profesional acorde al personaje que habla, pero sin bombardear con conocimientos sobre la materia, cosa que también lastrará la acción.

15. No abuses de los pensamientos del personaje. El llamado monólogo interior, que es una técnica compleja de manejar, consiste en reflejar el pensamiento de los personajes, no necesariamente con un orden determinado, en perjuicio de la acción. Sin embargo, esto puede hacernos caer en el error de poner, por ejemplo, unos pensamientos elevadísimos en cualquier persona, cosa que, si pretendemos ser honestos con lo que estamos contando, no es muy razonable. Además, el pensamiento de alguien es totalmente único y privativo, por lo que no favorece una verdadera complicidad entre el lector y el escritor; como mucho permite una corriente de simpatía hacia el personaje. Otro problema es que es fácil caer en la mera abstracción, convirtiéndose en un lastre para la historia. Se trata, por tanto, de usar este recurso con prudencia y sólo cuando de verdad tenga sentido para la anécdota pues, no lo olvidemos, estamos haciendo literatura de género y en la literatura de género debe primar la historia.

16. No hagas incomprensibles a los personajes no humanos. En una historia de ciencia ficción podemos encontrar personajes humanos, pero también pueden haber humanos modificados genéticamente o por otros medios, robots, androides, mutantes, monstruos, animales, seres de otros mundos... Cuando esto sucede no siempre es adecuado pensar en términos humanos, pero, por muy ajenos que nos sean, es imprescindible que todo personaje no humano muestre alguna característica que lo haga reconocible como ser vivo. Esta característica debe reconocerla el lector. Pongamos como ejemplo un conocido personaje de la gran pantalla: HAL 9000, la computadora que controla la nave de “2001, una odisea espacial”; su reacción defensiva contra los astronautas es comprensible desde la mentalidad humana, y esa recitación entrecortada de una canción infantil mientras lo están desconectando nos lleva a sentir cierta piedad por ella.

17. Pero tampoco los antropomorfices. Esto lo quiero ilustrar con un ejemplo robado a la escritora española María Concepción Regueiro Digón. Llegan los astronautas a un cierto planeta, en el que habitan unos seres que tienen la forma de estrellas de mar, con siete brazos, que rotan sobre su eje cuando tienen que desplazarse y se comunican como las serpientes, percibiendo las vibraciones del entorno, a las que son extremadamente sensibles. Estos extraños seres parecen mostrar inteligencia. (Aunque, ¿tiene sentido hablar de inteligencia tal y como los humanos la entendemos?) Los astronautas deben haber sido creados con profundidad: cultura, ambiciones o falta de ellas, curiosidad científica o resolución burocrática, comportamientos sociales, etc. El problema comienza con la interacción de los extraños con los astronautas, que es el mecanismo principal de que disponemos para definir su consistencia como personajes. Como se les supone algún tipo de inteligencia, según nuestros parámetros, debemos establecer una serie de elementos que lo demuestren. Para comenzar, todos los seres vivos terrestres tienen instinto de supervivencia, traducidos en reacciones tan obvias como el ataque o la fuga; esto es algo que podríamos extender a nuestros alienígenas (o no). Los extraños deberían tener una actitud antagónica frente a unas criatura (los astronautas) que llenan el entorno de atronadoras vibraciones (no olvidemos cómo es su sistema de percepción). Para que los astronautas puedan comunicarse entonces con los extraños, deberían actuar conforme a ello, moviéndose suavemente, evitando el uso de maquinarias y explosivos, y ajustando las vibraciones que generan a lo que quieran transmitirles. Sólo entonces ellos reaccionarán de manera favorable y accederán a mostrar otros elementos de su cultura. Podemos imaginar esta cultura como no gráfica, sin pintura o escultura, pero tal vez con algún tipo de música; ésta no tiene por qué parecer música en nuestros términos, ya que su percepción es completamente diferente de la nuestra. Por otra parte, pensemos un momento en su sistema locomotor. Al moverse rotando su cuerpo, es posible que su percepción del mundo sea un tanto borrosa, sin fijarse en los detalles, por lo cual es posible que sean extremadamente territoriales, sobre todo si hay otras criaturas hostiles en el entorno. Con esto quedan marcados algunos de los límites que nos permitirían diseñar a diferentes individuos que pudieran interactuar con los humanos. La fórmula es ponerte a nivel de los seres inventados, con humildad, evitando cualquier forma de omnisciencia. Si el lector logra comprender lo que hacen o dicen los extraños, habrás escrito un buen relato: recordemos que la literatura es una forma de comunicación retardada, y no puede haber comunicación si el lector no comprende el mensaje.

18. Escribe ciencia ficción. Decía Isaac Asimov: “Una persona puede leer libros respecto a la literatura y escuchar conferencias, pero nada de esto la convertirá en escritor. Sólo una cosa de entre las inventadas convierte a un ser humano en escritor: ¡escribir! La escritura es la que enseña a escribir. Son las malas novelas las que ayudan a escribir las buenas al final.” Ahora bien, dedicarse a la ciencia ficción “es un acto intrépido de libertad creativa”, como afirma María Concepción Regueiro. Escribir ciencia ficción significa, hoy por hoy, que no puedes pretender hacerte rico con ello, ni famoso (excepto dentro del limitado colectivo de aficionados al género), que sufrirás de todos los prejuicios asociados de los que hablamos al principio y que, si tienes talento, todo el tiempo te dirán que no lo desperdicies en esto. Y, sin embargo, yo te sugiero lo mismo que el buen doctor: escribe ciencia ficción, porque la única manera de transmitir una parte de tu esencia a tus escritos es escribir lo que realmente deseas.

19. Por último: Escribe, así con mayúscula. Los robots, las naves espaciales, los alienígenas y las máquinas temporales son meras herramientas que el escritor emplea para crear los otros mundos y otros lugares de su historia, pero jamás deberán tomar el lugar de una buena narrativa. El concepto erróneo más común que se escucha es que la ciencia ficción es una forma de arte juvenil porque trata de las imaginaciones y fantasías de los niños. Muchos académicos relegan rápidamente a la ciencia ficción como algo menos que literario porque, según ellos, a los escritores de ciencia ficción les falta el talento literario para escribir algo significativo. Ellos juzgan que es de algún modo más fácil crear historias en universos lejanos con personajes alienígenas y mundos aun más extraños, que escribir sobre personas reales en situaciones de la vida real. No les des la razón. Los artefactos de ciencia y tecnología son como los efectos especiales; cuando son empleados por un escritor que domina su arte, sirven para dar textura y fondo a la historia que se quiere contar. Las naves espaciales, el rayo láser y los robots ayudan a que los lectores suspendamos la incredulidad. El protagonista de “La máquina del tiempo” (1895) de H. G. Wells emplea una máquina del tiempo para visitar el mundo de los mansos eloi y los bestiales morlocks, ochocientos mil años en el futuro, pero la historia es sobre su visita a ese mundo, no sobre la máquina. Cuando los artefactos de ciencia y tecnología se vuelven la propia historia, o se emplean para esconder una historia débil, entonces la ciencia ficción ha fallado como forma literaria.

Autora: Susana Sussmann - Quark de todos los colores