Microrrelatos: Doce recursos más para hacernos sonreír

Dolores M. Koch (1928-2009)
Se han hecho muchos estudios sobre el humor, pero todavía su verdadero origen se nos escapa. A veces podemos distinguir entre un simple chiste y un microrrelato humorístico. La minificción es ingeniosa, y cuando el lector capta un alarde de ingenio de parte de un escritor, en general sonríe de satisfacción. Satisfacción frente a ese ingenio, y satisfacción propia al poder captarlo.

Pero el intento de ese ingenio es complejo: lúdico y desacralizador, a veces nos hace reflexionar con un insospechado punto de vista, o nos hace examinar de nuevo algún concepto pasivamente aceptado. Es curioso que estos recursos son los mismos, no importa el país de procedencia. Debe subrayarse que los autores de microrrelatos no se han valido de ninguna preceptiva. Estos recursos se han destilado de la práctica de este subgénero, esto es, a posteriori.

El ingenio es usualmente rebelde o simplemente juguetón. Un sinnúmero de estrategias se han utilizado para lograr la sonrisa (a veces variaciones de estas estrategias). Para detallar estos recursos utilizados que encontré, con varios ejemplos cada uno, he necesitado dos ensayos independientes. En este veremos doce de ellos, que a veces combinan en su breve exposición dos o más de estas estrategias.

Los ejemplos serán necesariamente muy breves, de autores famosos y, con mayor frecuencia, de autores poco conocidos.

Veamos el Recurso # 1. Transgresión de géneros. Una de las características del microrrelato es que es «proteico», a decir de Violeta Rojo, o sea, que salta las barreras genéricas tradicionales entre la narrativa, la poesía y a veces el ensayo. Lola Díaz nos ofrece un buen ejemplo poético en Fertilidad:

A punto de terminar su relato, una ráfaga de viento se llevó las palabras. Cayeron en tierra fértil, y en primavera brotaron cuentos de colores.

La fantasía poética aparece combinada con la narrativa en este ejemplo, de Miguel Gomes:

Apenas despierto, sin motivos aún para pensar, descubro la séptima cara del dado. Está junto a las otras, en medio de ellas, y a un lado. Allí donde no llega el Azar.

Veamos otro juego con la fantasía poética en Tortugas y cronopios, de Julio Cortázar (1990). Nótese de paso que el autor utiliza palabras sin acento ortográfico:

Ahora pasa que las tortugas son grandes admiradoras de la velocidad, como es natural.
Las esperanzas lo saben, y no se preocupan. Los famas lo saben, y se burlan.
Los cronopios lo saben; y cada vez que encuentran una tortuga, sacan de la caja de tizas de colores y sobre la redonda pizarra de la tortuga, dibujan una golondrina.

Recurso # 2. Sorprender al lector con una lógica inesperada.
Veamos un ejemplo de Raúl Brasca (2005):

Me abandoné a la placidez del sueño y, cuando regresé a la vigilia, me vi empapado y temblando de miedo. Me perdí detrás de una mujer, y cuando me di cuenta, estaba desnudo y sin un centavo. Me dejé flotar en el vaivén de las olas, y cuando volví en mí, me hacían respiración artificial. Definitivamente, no puedo dejarme solo.

Y otro ejemplo, también de Julio Cortázar (2001), Amor 77:

Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.

Veamos también La fuerza del destino, de Julia Otxoa:

El perro riñe al gato, el gato al ratón, el ratón a la musaraña, la musaraña a la araña, la araña a la mosca, la mosca a la hormiga, la hormiga a la pulga, pero la pulga, como es tan pequeña, no tiene nadie más pequeño a quien reñir, así que, indignada, prepara la revolución para derrocar al perro.

Recurso # 3. Realizar un cambio sorpresivo de contexto. A veces se crea una expectativa, tratando de despistar al lector. Veamos Pista falsa de Ana María Shua (1992):

Seguir el reguero de manchas, ¿no será peligroso? ¿Cómo saber que conducen al cadáver, y no hasta el asesino? (Pero las manchas son de tinta y llevan hasta la palabra fin).

Veamos otro ejemplo, Antropofagia, de Isabel Segura Boutry:

Sus incontables victorias no le impidieron sucumbir a los encantos de la exótica reina negra. Ella, siguiendo ancestrales ritos, no dudó en comérselo. El rey había olvidado que era el blanco del tablero.

Recurso # 4. Contrastar presente y pasado. Ayuda en este recurso hacer referencia a personajes conocidos. Veamos, también de Shua (1981), un fragmento de un relato más largo, Princesa, mago, dragón y caballero, que remeda una historia medieval:

[...] El caballero Arnulfo amaba y deseaba ya la princesa Ermengarda (a su imagen) como un chico ama y desea su primera, no poseída bicicleta [...].

Veamos Post-operatorio, de Adolfo Bioy Casares:

―Fueran cuales fueran los resultados –declaró el enfermo tres días después de la operación–, la actual terapéutica me parece muy inferior a la de los brujos, que sanaban con encantamientos y con bailes.

Y uno más moderno, Bagdad, de María Elena Lorenzín (inédito):

Érase una vez una ciudad de ensueño, una legendaria ciudad de las Mil y una Noches. Ahora es la ciudad de las mil y una pesadillas.

Recurso # 5. Concretización de una metáfora o dicho popular. Veamos En legítima defensa, de César Antonio Ilurralde:

Sustrajo el pan, y su condena fue perpetua por haber matado el hambre.

De Fernando Aínsa, Olvido confirmado:

Recuérdalo, por las dudas: todos los escritores inmortales se han muerto.

Veamos otro ejemplo, Despertar, de Norberto Costa:

Despertó cansado, como todos los días.
Se sentía como si un tren le hubiese pasado por encima.
Abrió un ojo y no vio nada.
Abrió el otro y vio las vías.

Recurso # 6. Escamotear el significado de una frase hecha. Veamos otro de Fernando Aínsa, un microrrelato que es parte de De eso se trata ahora:

Su amor por la patria no tiene fronteras.

A veces el lector tiene que completar el significado. De José Antonio Martín, veamos un buen ejemplo:

Cuento que me contó una vez mi hija Adriana, fastidiada que le pidiera un cuento: Había una vez un colorín colorado.

Recurso # 7. Utilizar un formato popular, no literario. Un formato moderno al que recurre el microrrelato con frecuencia es el anuncio clasificado. Veamos Clases de gimnasia, otra vez de Shua (1996):

Para aumentar la flexibilidad del tronco y ramas, evitando así quebraduras provocadas por ráfagas intempestivas, clase de gimnasia para árboles se ofrecen, individuales y a domicilio. Precios especiales para bosques.

Y otro ejemplo, Aviso oportuno, de Vetusta Morla:

Se solicitan fantasmas para devolver la capacidad de asombrar.
Interesados, favor de presentarse sorpresivamente.

Veamos, de Armando Páez, Designio que parafrasea el muy conocido Génesis:

Entonces dijo: «¡Que se haga el automóvil!». Y la ciudad se deshizo.

Recurso # 8. Utilizar una lógica desviada. Puede llevar a una paradoja o al absurdo. Veamos el #17, de Andrés Rivero:

Decía que amaba tanto a su esposo que tenía que engañarlo con otros hombres; uno, para probarse a sí misma todo lo que quería al marido; dos, para destrozarle la ilusión a esos que algún día podrían rivalizar con su cónyuge.

Con frecuencia este recurso envuelve además una inversión de ideas o de palabras. Veamos Una realidad (inédito), de Fabián Vique:

Me desperté a las tres de la madrugada sobresaltado, bañado en sangre, con un puñal clavado en el medio de mi pecho. «¡Menos mal!», me dije, «es sólo una realidad». Y seguí durmiendo.

Y otro de Vique, también inédito, Melómano:

Tanto le gustaba la música que le había puesto a su teléfono móvil, que nunca atendió una llamada.

Recurso # 9. Hacer falsas atribuciones. Este recurso fue utilizado frecuentemente por Jorge Luis Borges, antes de que su superchería fuera descubierta. Marco Denevi tiene un grupo de minificciones muy sutiles atribuidas a Leopoldo Garnerius en Aphorismata (Róterdam, 1720). El título de su colección, Falsificaciones, nos avisa debidamente. Algunos de estos microrrelatos son muy conocidos. Recordemos su Veritas odium parit:

–Traedme el caballo más veloz –pidió el hombre honrado–. Acabo de decirle la verdad al rey.

Y Ana María Shua firma la introducción a su Botánica del caos con el nombre de Hermes Linneus, El clasificador.

Recurso # 10. Hacer uso de la ironía. Este recurso consiste en decir lo contrario de lo que se quiere significar, lo que el lector deberá captar. Veamos un ejemplo de Luisa Valenzuela, quien le ha dado, como a veces acostumbra, un largo título: Fracaso de Don Juan al encontrar a la Bella Durmiente:

Porque nunca ha logrado aprender cómo despertar lo suficiente sin despertar del todo.

Ayuda usar la visión individual de la primera persona, que acerca la narración al ensayo y al poema. Veamos Libertad, de Juan José Arreola:

Hoy proclamé la independencia de mis actos. A la ceremonia sólo concurrieron unos cuantos deseos insatisfechos, dos o tres actitudes desmedradas. Un propósito grandioso que había ofrecido venir envió a última hora su excusa humilde. [...]

Algunos de ustedes habrán notado la posible influencia de Macedonio Fernández. No hay duda que Macedonio podría haber sido un gran microrrelatista. Veamos uno más, El sueño y la vigilia, de Gabriel Jiménez Emán:

Había confundido tanto la vigilia con el sueño que antes de acostarse clavaba con un alfiler cerca de su cama un papelito que decía: Recordar que mañana debo levantarme temprano.

Desde luego, este brillante ejemplo de Augusto Monterroso, Fecundidad, goza de gran popularidad:

Hoy me siento bien, un Balzac; estoy terminando esta línea.

Recurso # 11. Desacralización de personajes conocidos. Hay algo de burla en esta intertextualidad. Veamos el elíptico Drácula, de Diego Muñoz Valenzuela:

El conde Drácula no soporta más el dolor de muelas y decide tratarse con un especialista.

Veamos además Pecado, de Luis Felipe Fernández:

Al convertirse en hermoso cisne, el patito feo comprendió que su madre había sido adúltera.

Por último, veamos otro microrrelato inédito de Fabián Vique, Si Penélope:

Si Penélope, señores Diputados, en lugar de tejer y destejer improductivamente hubiese sólo tejido, la industria textil de Itaka habría recibido un impulso fenomenal y Grecia ocuparía hoy un lugar más relevante en la Comunidad Económica Europea.

Recurso # 12. Crear una perspectiva infrecuente o única. Este es uno de los recursos favoritos de los microrrelatistas. Su propósito parece ser hacernos ver el mundo desde otro ángulo. Veamos Calidad y cantidad, de Alejandro Jodorowsky:

No se enamoró de ella, sino de su sombra. La iba a visitar al alba, cuando su amada era más larga.

Veamos el #108 (1984) de Ana María Shua:

Yo contra los huevos fritos no tengo nada. Son ellos los que me miran con asombro, desorbitados.

Veamos, de Alfredo Armas Alfonzo, el # 43:

Engracia Magna Pastora Toribia Rafaela le pusieron a la hora de las aguas, y no crecía; mamá lo atribuía a la carga de tanto nombre.

Y este, de Rogelio Guedea, En defensa del oficio:

Los que no escriben saben que escribir es fácil (... ). Sin embargo, los que escriben piensan todo lo contrario y si se empeñan en estar horas enteras frente a la página en blanco (...) es sólo porque quisieran encontrar finalmente esa verdad de que tan buena fuente saben los que no escriben.

Veamos por último otro ejemplo, muy sutil, de Raúl Brasca: Amor I:

A ella le gusta el amor. A mí no. A mí me gusta ella, incluido, claro está, su gusto por el amor. Yo no le doy amor. Le doy pasión envuelta en palabras, muchas palabras. Ella se engaña, cree que es amor y le gusta; ama al impostor que hay en mí. Yo no la amo y no me engaño con apariencias, no la amo a ella. Lo nuestro es algo muy corriente: dos que perseveran juntos por obra de un sentimiento equívoco y de otro equivocado. Somos felices.

Después de hacer este repaso independiente, además de mi estudio anterior (que en conjunto cubren 24 recursos utilizados para lograr la sonrisa en el microrrelato), me parece comprobar que escritores de países y épocas distintas utilizan las mismas estrategias para hacernos sonreír y pensar. En nuestros días se destaca muy especialmente Ana María Shua, con el mayor número de agudezas humorísticas donde la superficialidad es sólo aparente. Después de cuatro volúmenes de microrrelatos, ha decidido que prefiere lograr la reflexión a lograr sólo la sonrisa. Pero muchos escritores nos hacen sonreír. Y desde luego, quien pueda reírse de sí mismo, podrá más fácilmente sobreponerse a sus propias desgracias.

En conclusión, puede asumirse que percibir el absurdo del mundo y el nuestro propio es saludable. Además, los microrrelatistas tienen en general algo de rebeldes y gozan de pensar por sí mismos por caminos no trillados. Perciben el universo como un lugar donde impera el absurdo y están fascinados por su arbitrariedad, la que no cesan de señalar, suscitando nuestras sonrisas.

Autora: Dolores M. Koch