Los diálogos y los personajes


El personaje se muestra

El personaje habla para revelar quién es y el diálogo debe mostrar a los personajes de manera que el lector pueda llegar a conocerlos por su forma de expresarse. En este sentido, el escritor debe meterse en la piel de cada personaje, distanciarse de sus propias reacciones y experiencias, dejarlos ser ellos mismos y hacerlos hablar de acuerdo con su propia personalidad y carácter, virtudes y defectos, logros y anhelos.

La voz identificable

Cuando se escucha a un personaje en un diálogo, el lector debe tener la posibilidad de identificarlo de inmediato acudiendo únicamente a su voz y sin el soporte de la acotación que pueda proporcionarle el narrador. En Los Buddenbrook, de Thomas Mann, los personajes a menudo son reconocibles por sus modismos: uno recurre a frases en francés, otro usa «ejem» y otro «por favor, caballero».

Tratando de conseguir la voz que permitiera identificar a cada personaje, Flaubert padecía. Y observa Antonio Muñoz Molina: «El habla de los personajes, como sus rostros o sus caracteres, nunca consiste en una trancripción del natural, que por lo demás es imposible. Se repite aquí una ley que ya hemos enunciado: la naturalidad o la verdad de lo escrito sólo se logra con el máximo artificio, que es la suma de la atención -la del oído en este caso-, la selección y la combinación de los rasgos más significativos, a la manera de esos dibujantes que resuelven un rostro en dos o tres líneas de lápiz. Pero el artificio, o la técnica, de nuevo es una consecuencia de algo anterior que importa mucho más y que lo justifica: la capacidad del escritor de convertirse en otro, de abdicar de su punto de vista privilegiado y central y enmarcarse en sus personajes como el califa Harun al-Rashid cuando salía de noche de su palacio de Bagdad para buscar aventuras e historias por los zocos. Para saber cómo hablaba Madame Bovary era preciso que Flaubert se encarnara en ella mientras escribía».

La voz única

Tras decidir el nombre del personaje, se impone otorgarle una voz. Cada uno de nosotros tiene una voz única, como son únicas nuestras huellas dactilares, y lo mismo debe suceder con los personajes. La voz puede ser imperativa o sumisa, suave o estridente, lenta o rápida; triste o alegre, activa o depresiva, regional, extranjera, titubeante, ondulante, melódica...

Cuando necesitemos hacer hablar a nuestros personajes en un diálogo, debemos trabajar de la siguiente manera:

a) Imaginar esa voz en ese momento preciso.

b) Escucharla mentalmente diciendo esas palabras.

c) Preguntarnos si siempre será igual su tono y su timbre.

d) Si sabemos que cambiará, repetir la misma operación con los distintos cambios.

e) Imaginar sus reacciones frente a los restantes personajes, según la relación establecida con cada uno, para que, aunque siempre sea el mismo, no hable siempre con el mismo tono (salvo que éste sea el objetivo).

Practicar este método facilita el conocimiento del personaje. Una vez que nos acostumbremos a «escucharlo» encontraremos la inflexión correcta, sus reacciones y su forma de hablar serán los correctos. Es más, ya no nos olvidaremos a mitad del relato de cuál era la impresión que queríamos dar al lector, ni transformaremos la personalidad del personaje en otra diferente sin darnos cuenta.

Varias voces

Los escritores principiantes suelen usar demasiados interlocutores en el mismo diálogo, mecanismo típico y necesario en el teatro, pero difícil de manejar en la novela o el cuento Una conversación entre dos ya tiene sus propias dificultades con tres o cuatro participando, la dificultad se multiplica. Los riesgos más comunes en este caso son los siguientes:

* Cada personaje suelta su parrafada de información y convierte el diálogo en un número variable de monólogos.
* Llega un momento en que el escritor se pierde y no sabe realmente quién está hablando. O, si lo sabe, no es capaz de presentárselo claramente al lector y es éste entonces el que se pierde.

En el caso del relato de humor puede ser un buen recurso.

Ejemplo:

El joven lanzó una carcajada que fue repetida por los dieciocho hermanos.

-¡La torre de Pisa! -exclamó el muchacho-. ¿Nosotros, nobles ? ¡Ahora me entero! Tú sí eres noble, pero mi madre era una lavandera de Vercelli:

-Y la mía, una atropellaplatos de Ravena -dijo un tercero.

-Y la mía una cortesana de Veneáa...

Y la mía lo mismo... -exclamaron por turno los quince hijos naturales restantes.

E. JARDIEL PONCELA, ¡Espérame en Siberia, vida mía!

Es preciso ser muy cauto en el uso de varias voces. Es fácil caer en la confusión o desorientar al lector si no se saben manejar adecuadamente.

Para elaborar diálogos que correspondan con exactitud al personaje en cuestión, podemos confeccionar la ficha de cada personaje lo más completa posible (manías, edad, rasgos físicos, sentimientos, carácter, comportamiento en su infancia, profesión, situación social, etcétera) y luego hacerlo hablar respondiendo a los datos de la ficha. Por ejemplo, si una característica del personaje es «prepotencia», no dirá «Por favor, te agradecería que me alcances....», sino que pedirá algo directamente, sin miramientos; si en la ficha dice: «odia a las mujeres, pero trata de disimularlo», tendremos más elementos para hacerlo hablar que si no conocíamos este detalle.

Dice y es

¿Qué se puede deducir sobre los personajes a partir de un diálogo?

Si el diálogo está bien planteado, se puede caracterizar a cada personaje sin necesidad de emplear otros recursos.

Los personajes hablan y hablando se delatan a sí mismos y al interlocutor. Es decir, según qué expresen, cómo escuchen y qué respondan, así serán los implicados en el diálogo. Pero siempre debemos recordar que en un diálogo hay cruces, enfrentamientos, malentendidos, sutilezas, etcétera. En síntesis, que no está constituido por dos o más monólogos alternos. Así, cuando hacemos hablar a los personajes, debemos tener en cuenta qué dicen para saber más de ellos y de la historia narrada.

El idiolecto

El idiolecto, es decir, el manejo personal del lenguaje que hace cada uno, se constituye con la serie de palabras y modismos que cada persona emplea con mayor frecuencia al hablar. Podemos tener una lista, una especie de vocabulario personal para cada personaje, a la cual recurrir si lo necesitamos; pero no conviene abusar porque puede contribuir al juego caricaturesco. Es un tratamiento que, de forma a veces algo exagerada, se puede observar en las series de televisión.

A qué mundo pertenece

El diálogo puede reflejar distintos aspectos del personaje como el nivel generacional, el socio-cultural y el emotivo.


Nivel generacional

No habla igual un anciano de ochenta años que una señora de cuarenta o un joven de dieciocho. En los parlamentos de cada personaje debería reflejarse esta diferencia generacional.

Ejemplo:

-Qué pasa, chavales. ¿Habéis visto el partido, troncos'? -pregunta.

-Una puta mierda de equipo. Del uno al once, son todos una mierda -dice Roberto.

-Me han jodido el baño en Cibeles, tronco. Si esto sigue así, acabaré haciéndome del Atleti. A ver, ¿qué queréis?

JOSÉ ÁNGEL MAÑAS, Historias del Kronen

Nivel socio-cultural

Cada personaje debe hablar como habla en su medio.

Será diferente el léxico que utilizará un abogado que el que utilizará una portera.

Ejemplo 1:

Habla un cura, en la novela de Clarín, La Regenta:

-En la iglesia hay algo que impone reserva, que impide analizar muchos puntos muy interesantes; siempre tenemos prisa, y yo... no puedo prescindir de mi carácter de juez, sin faltar a mi deber en aquel sitio. Usted misma no habla allí con la libertad y extensión que son precisas para entender todo lo que quiere decir.

Ejemplo 2:

Habla una criada, en la novela de Laura Esquivel, Como agua para chocolate'.

-Es q'el Felipe y a'stá aquí y dice ¡que si petatió!

-¿ Qué dices ? ¿ Quién se murió ?

-¡Pos el niño!

-¿ Cuál niño ?

-¡Pos cuál iba 'ser! Pos su nieto, todo lo que comía le caía mal ¡y pos si petatió!

Nivel emocional

Dentro del nivel emocional pueden incluirse los niveles anteriores, siempre y cuando a través de lo que el personaje dice exprese, en mayor o menor medida, algún sentimiento.

Ejemplo:

Hablan dos personajes expresando uno el odio; el otro, el miedo, en la novela de Boris Pasternak, El doctor Zhivago

-Pero ¿ qué modo es ese de agarrar la lima, asiático ? -chillaba Judoléiev, tirando a Yusupa de los cabellos y golpeándolo en el cuello-. ¿Es así como se lima el hierro colado? ¿Te has propuesto reventarme el trabajo, condenado tártaro?

-No, señor, no lo haré más. ¡Ay, que me hace daño!

-Se le ha dicho mil veces que primero hay que fijar la pieza en el mandril y después atornillar el trinquete, pero él hace las cosas a su modo, como le da la gana. Por poco me estropea el eje, hijo de perra.

-Yo no he tocado el eje, señor, le juro por Dios que no lo he tocado.


El sentido de sus palabras

Además, a la hora de caracterizar a los personajes de acuerdo con su modo de hablar, hay que tener en cuenta el sentido de sus palabras. Pueden hablar de la misma manera, con el mismo tipo de vocabulario y la misma organización del lenguaje, pero opinar diferente, y eso los define. En este sentido, según cómo aborden un tema, podremos deducir su personalidad, sus manías y todos los aspectos que caracterizan a un personaje. El objetivo principal es que cada personaje sea reconocible gracias a su manera de expresarse. Debemos reflexionar sobre qué pretendemos de cada personaje, saber quién es y cómo es, antes de otorgarle una voz. El resultado de una buena elección serán voces que nos permitan no sólo conocerlos, sino reconocerlos.

Podemos trabajar a través del diálogo los siguientes aspectos:

La manera de pensar

El diálogo permite mostrar el hilo de pensamiento de cada hablante frente a un asunto.

Ejemplo:

Tenemos a dos personajes que están de acuerdo en que hay que comer menos carne y lo dicen de la siguiente manera:

-Templanza necesita este mundo. Principalmente templanza y solidaridad. Cuidado de la Tierra a la que se hace sufrir con violencia y al fin el que sufre es nuestro cuerpo.

-Es cierto, nuestro pobre cuerpo que después se carga de colesterol y carnes flácidas. Hacerte bien a ti es hacer bien al prójimo, pienso yo. Y si una tiene un cuerpo agradable, los que te ven se sentirán gratificados.

Los dos hablan del mismo tema, pero no dicen lo mismo.

El primero habla de la ecología. La segunda habla de la posibilidad y los posibles beneficios de tener un cuerpo atractivo. En consecuencia, pueden detectarse las diferencias entre los personajes.

Un temperamento.

Reforzar la respuesta temperamental del hablante mediante el diálogo nos da la posibilidad de construir una personalidad.

Ejemplo:

Hora de contraatacar. Prados me apuntó con el dedo.

-¿ Quién eres tú ? ¿Eh ?Dímelo. Yo seré un fracasado, pero tú, ni eso. Un muerto de hambre, un borracho que ni siquiera disfruta bebiendo. Un gabacho de mierda.

TINO PERTIERRA, Toda la verdad sobre las mentiras de los hombres

La forma de actuar

Determinada actitud o forma de reaccionar ante la misma situación pueden marcar una forma de estar en el mundo.

Ejemplo:

-Pues ¿qué se ha de hacer de la firma? -dijo Sancho.

-Nunca las cartas de Amadís se firman -respondió Don

Quijote.

-Está bien -respondió Sancho-, pero la libranza forzosamente se ha de firmar, y esa, si se traslada, dirán que la firma es falsa y quedaréme sin pollinos.

MIGUEL DE CERVANTES, Don Quijote de la Mancha

La expresión de los sentimientos o la ausencia de los mismos

Ejemplo:

En la citada novela Como agua para chocolate, el personaje demuestra, a través de lo que dice, que le interesa más el deber que las emociones:

-¡Siéntate a trabajar! Y no quiero lágrimas. Pobre criatura, espero que el Señor lo tenga en su gloria, pero no podemos dejar que la tristeza nos gane, hay mucho que hacer. Primero terminas y luego haces lo que quieras, menos llorar, ¿ me oíste ?



La ficha y el esquema de relaciones

¿Resulta creíble? Plantearse la credibilidad del diálogo es una cuestión de importancia absoluta, una condición esencial en la elaboración del mundo novelesco que lo contiene, porque si los parlamentos no son creíbles, el lector abandonará la novela desilusionado. En este sentido, debemos considerar ineludible el control de los dos aspectos siguientes:

* Los parlamentos individuales

La base es la pregunta ¿cómo hablaría mi personaje?, anterior a la puesta en marcha de sus parlamentos. Una voz lleva incorporados una visión del mundo y un repertorio de recursos lingüísticos. Para ello, es conveniente tener claro que lo hará según su profesión, su edad, su origen, sus experiencias, sus objetivos y la situación que vive en cada episodio.

Una vez escritos los parlamentos, el mejor modo de comprobar si lo hemos hecho bien es recurrir a la ficha confeccionada previamente y al esquema de relaciones entre los personajes, según el cual deducimos qué debe transmitir uno al otro.

* El intercambio de parlamentos entre dos o más personajes.

Tener muy claro qué puede y debe decirle un personaje al otro o a los otros.

Para que los personajes resulten auténticos hay que escribir desde los personajes, respetarlos como entidades autónomas, no dejamos llevar por nuestras propias posibles reacciones o sistema de pensamiento.

Fuente:  alquimistas de la palabra