Un buen inicio de novela: algunas pistas


Cuándo comenzar la novela

Los novelistas del siglo XIX comienzan la mayoría de las veces apaciblemente, por la descripción de un paisaje, o por la del contexto familiar del héroe, que todavía no ha sido presentado. Los lectores contemporáneos son más exigentes y prefieren sumergirse directamente en la intriga. Necesitan engancharse de tal modo que casi se vean obligados a continuar la lectura.

Se puede comenzar la historia antes de una crisis, al principio de la crisis o en lo mejor de la misma. El modo será naturalmente activo; se trata de sumergir al lector en la acción dramática. No es indispensable que comprenda inmediatamente lo que pasa, pero no habrá que esperar demasiado tiempo antes de clarificar la situación.

Cómo debe ser ese inicio

Los primeros párrafos deben dejar abierta una interrogación. ¿Quién es ese narrador cuya madre acaba de morir? ¿Cómo podrá el protagonista encontrar el camino que desea hallar? ¿Por qué uno de los personajes está triste, o colérico, o inquieto? ¿Quién es el asesino?

Conviene colocar al personaje principal y su entorno en las primeras líneas para que de entrada el lector se familiarice con él y sepa situarse en la trama: la idea es contar qué pasa y a quién le pasa para que el lector se interese y pueda seguir el desarrollo de los hechos. Es más interesante contar cómo pasó que qué pasó.

Se puede introducir el conflicto desde el principio o después de una larga introducción. Hay quienes tienen pensada la novela completa y la inician por la primera página y siguen ordenadamente hasta el final.

Los hay que avanzan por distintos caminos (que finalmente se unen en un común denominador). Los hay que empiezan por el final y aglutinan distintas partes sabiendo que deberán organizarlas respetando ese final.

Evidentemente, en el primer párrafo el novelista instala al lector en un ambiente, una atmósfera, un conflicto o una situación. Ese inicio marca una ruptura con la linealidad: algo diferente pasa, por eso lo contamos; algo se desea decir compulsivamente, y el inicio es la compuerta tras la que se presenta un mundo singular. La "promesa" puede estar contenida en el primer párrafo o en el siguiente, y el primero es como la antesala, el que establece el contraste.

El comienzo de la novela, la primera página, suele contener, concentrada, toda la novela. Debe captar la atención del lector, presentar al personaje y definir el conflicto del que se deriva (o en el que se encuentra condensado) el tema que nos preocupa y la intención que nos ha llevado a escribir la novela. Conviene no plantear demasiadas cuestiones desde el principio, la sencillez es sin duda el principal triunfo de los primeros párrafos. No introducir demasiados personajes de golpe, no ahogar al lector con una cantidad de informaciones concernientes a la complejidad de la intriga o al contexto es la clave. Sencillez y claridad.

Encontrar la primera frase

Armar la primera frase con sabiduría, de manera que abra una expectativa al lector, es un asunto difícil. Lo que el novelista busca, y tiene la obligación de buscar desde las primeras palabras, es su propia voz, la mirada peculiar que determine cómo será contada la novela, el tono de la misma.

El arranque de la historia nunca es definitivo hasta no tener escrita la novela completa. Esta primera marca puede desaparecer a medida que se avanza, puede constituir el inicio o pasar a ser el final de la novela.

Pero siempre es una señal, un rastro a seguir. La primera frase debe indicar que algo va a suceder, debe ser una promesa para el lector.

Autora:
Silvia Adela Kohan- Grafein